domingo, 27 de octubre de 2013

“El Ramayana” de Valmiki: No desearás la mujer de tu prójimo.


Por: Paulina Navarro Montenegro

Mientras Rama habitaba en el bosque junto con su hermano Laksmana y su esposa Sita, un raksasa llamado Ravana raptó a esta última valiéndose de engaños con el fin de hacerla su esposa, y Sita, que era una mujer noble y fiel a su esposo hubiera preferido la muerte antes de aceptar las caricias de otro que no fuese Rama.

Aun cuando los reyes contaban con varias esposas, todos los personajes observan con vergüenza como Ravana desea con locura a Sita. El vicio de Ravana hace incluso que su propio hermano, Vibisana lo abandone. Aunque los raksasas se caracterizaban por ser poderosos demonios, el hermano del rey de éstos, Vibisana, era más sabio y prudente que Ravana, así que cuando comienza la batalla entre Rama y sus amigos monos contra el demonio de diez cabezas y sus súbditos, Vibisana le advierte que se retire, que hizo mal al tomar la mujer que no le pertenecía y que si no quiere ver destruido a su imperio, regrese la esposa a Rama para que éste se vaya por la paz. Cuando obstinadamente el demonio se niega a escuchar las sabias palabras de su hermano, éste prefiere irse y ayudar a Rama a alcanzar la victoria por la causa correcta que quedarse con su hermano el vicioso y ser parte del sufrimiento del pueblo causado por la guerra.

La batalla que se desata entre el hijo de Dasarata y el rey de los raksasas, dura gran parte del libro, una guerra que parece no tener final, resultado de la codicia de Ravana de poseer a una mujer que ya tenía un esposo. Al terminar el combate, Rama gana y muere Ravana. Rama toma a su mujer en sus brazos una vez más después de comprobar que esta le fue fiel en todo instante, y el imperio de Ravana, junto con su alma, se pierde.

Justo antes de acabar con la vida maldita de Ravana, Rama le dice unas palabras que me atraparon y parecieron de las más importantes del libro, a continuación las cito como conclusión:
“¡En castigo al secuestro de mi esposa, vas a perder tu vida, raksasa, vil entre los viles! Aprovechando un momento de ausencia mía, me la robaste, violentándola, sin respetar su calidad de anacoreta. Piensas que eres un héroe, y empleas tu valor con las mujeres indefensas, ladrón de las mujeres del prójimo; crees ser un héroe y cometes acción de hombre inferior. Infringes los límites, desertas de las buenas costumbres, tomas el partido de la muerte por orgullo y te crees un héroe. Porque los débiles raksasas, temblorosos, te rinden culto, piensas, en tu orgullo y altavez, que eres un héroe. Me has robado la esposa por medio de la magia, que se mostró a mis ojos en forma de gacela. ¡Buena manera de mostrar tu valor! ¡Y consideras que ésta es una acción maravillosa! ¡No duermo de noche ni de día, noctívago criminal, ni gustaré del reposo mientras no te haya arrancado de raíz! ¡Que los pájaros del cielo devoren hoy mismo las entrañas de tu cuerpo, atravesado por mis flechas, como Garuda abate las serpientes!”


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