Por: Francisco
Sebastián Figueroa Govea
Las pruebas de lealtad para mi
siguen siendo lo primordial en las epopeyas que estamos leyendo. Si bien el Cid
pudo haberse enfadado con su rey Alfonso VI y escapar de España para no volver
a escuchar de él, decidió aceptar el engaño que recibió por parte de García Ordoñez
y empezar su viaje para recobrar la confianza y amor de su rey.
La primera prueba de su lealtad,
fue aceptar su destierro, pues él sabía que no podía cambiar el parecer de
Alfonso, más que con acciones, y cuando emprende su viaje hacia Burgos, varias
personas se le unen, entre ellas, Martín Antolínez, quien una vez llegados a
Burgos, le provee de alimentos y recursos al Cid, quien en recompensa lo acepta
como acompañante, una prueba más de su bondad. Después, engaña a dos judíos para
obtener dinero para su familia, pues el rey mandó una carta con el mandato que
aquel que ayudara al Cid seria castigado. Desde mi parecer, no estuvo bien el
engaño pero sentía la necesidad de seguir cuidando de su familia y aprovecho la
oportunidad.
El Cid planea su nueva hazaña,
tomar Alcocer en Valencia para mostrar su valentía, y una vez que lo hace, le
manda 30 caballos de su motín al rey para que éste le reconozca, pero Alfonso
sigue enfadado con él.
Rodrigo Díaz de Vivar sigue su
camino y así llega hasta Barcelona, una vez derrotado el conde le libra cuando
se reúsa a comer, pero el objetivo del Cid no es causar más daño, sino
demostrarle al rey el engaño que fue cometido por García Ordoñez y que el sigue
fiel a Alfonso VI.
Un de las últimas batallas del Cid
fue en Valencia, en donde esta vez si la conquistó, derrotando a los moros, y
haciendo aún más feliz a su rey, quien con esta guerra ganada, decide otorgarle
el perdón a Rodrigo. La guerra duró tres años y fue difícil de ganar para el
Cid, pero una vez que se reunió con su esposa Jimena, y sus hijas, el rey de
Marruecos quiso reconquistar Valencia, Yucef (el rey) va en batalla con muchos hombres,
pero el Cid defiende bien su territorio y vence a los moros una vez más.
Con estas pruebas difíciles que Rodrigo Díaz
de Vivar tuvo que sobrepasar para complacer a su rey, se nombra al Mio Cid como
un tipo de héroe caballeresco, quien lucho por su reconocimiento y su regreso a
su pueblo con su familia.
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