Por:
Paulina Navarro Montenegro
Este
es un cuento bastante triste, el hecho de que al final de tus días descubras
que tus hijos nunca te amaron, que ésos, a los que tu educaste, o creíste
educar para que fueran hombres de bien, resultan ser personas horribles e
ingratas, debe ser de lo peor del mundo.
Entonces
lo primero que viene a mi mente es ¿Fue él un buen padre? Y si así lo fue, ¿Qué
hizo mal? ¿Cómo logras criar a tus hijos para que sean capaces de llegar por
ellos mismos al camino del bien? Éstas deben ser las preguntas que todos los
padres se hacen a ellos mismos ya sea el nacimiento de su primero, segundo,
tercer… o hasta el quinto hijo. Una persona cría a su hijo en base a lo que
siente y a lo que conoce, no somos perfectos, y si no somos perfectos, ¿acaso
no será una tarea exhaustiva tratar de educar con la mayor perfección (con perfección refiriéndome a virtud)
posible a un niño?
La
respuesta deberá ser educar con amor y paciencia, la bondad no se enseña por
medio de golpes y sufrimiento, la honestidad no se logra a través de amenazas.
Tal vez todo esto sonará muy fácil de mi parte al decirlo sin más, y lo
escuchara muy simple el indiferente. Pero el verdadero reto es ponerlo en
práctica, tener hijos y hacer de ellos individuos de los cuales en el futuro te
sentirás orgulloso, y no al contrario, como el padre del cuento, quien tuvo que
recurrir a trucos casi al final de su existencia para conseguir que los
pequeños ingratos a los que tenía como hijos aprendieran una lección de vida, o
incluso peor, tratar de que te amen.
Muy buena brevedad, y cohesión. Se tiene buen uso de conectores y signos de puntuación.
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