Por: Montserrat Mendoza Martínez.
Eurípides,
si fuera el caso de elegir, sería mi dramaturgo trágico preferido.
Este famoso
hombre escribió uno de los relatos más importantes de los clásicos griegos, su
mito se titula “Medea”.
En el poema se ven algunas actitudes del ser humano que al parecer son eternas. Eurípides y su libro siguen estando de actualidad.
Por ejemplo, el odio, el amor, la muerte y el desprecio son problemas
inherentes al hombre y a la mujer. Son temas literarios que se tratan
constantemente y los seguiremos encontrando por el resto de la historia.
El mito se trata de que Medea (hija del rey de la Colquiada) ayuda a Jasón para conseguir el vellocino dorado del carnero Crisomallo. Ella deja su hogar poniendo en
primer lugar a Jasón.
Medea mató a
su hermano y ganó el odio de su padre. Esta
perdidamente enamorada de Jasón y espera ser esposa de él, tienen hijos y
consiguen el vellocino.
Medea es una mujer valiente y hábil para conseguir lo que se propone. Ella
es hechicera, y familiar de Circe, lo cual es un punto a su favor.
Las mujeres
tendemos a ser como Medea, amamos con
locura, esperamos que el amor sea recíproco y correspondido. Sacrificamos cosas
y a veces ponemos por delante a los hombres antes que cualquier cosa.
Más adelante a Jasón se
compromete con la princesa de Corinto. Jasón abandonó a Medea ya hecha madre. Medea
se siente traicionada, entra en cólera y planea vengarse de Jasón causándole el
más cruel dolor, primero le regala a Glauca (la princesa) un manto que la hizo
arder hasta matarla. Después de esto, mató a los dos hijos que tuvo con Jasón. El
propósito se cumplió, porque Jasón sufrió mucho.
En realidad, ha sido un relato interesante. ¿Cuántas veces no hemos
escuchado historias de amor como esta? ¿Cuántos hombres no han dejado a una
mujer después de encontrar a una que le da poder? ¿Cuántas mujeres no han
puesto en primer lugar su amor?
Definitivamente las mujeres tenemos
actitudes similares a las de Medea y los varones tienen actitudes similares a
Jasón.
Medea, por Eugène Delacroix, 1862.
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